MANIFIESTO ACEPAE • DÍA MUNDIAL DEL TEATRO 2025

27 DE MARZO • DÍA MUNDIAL DEL TEATRO
Alberto Iglesias (Actor, dramaturgo y director de teatro)
EL ARTE DEL ESPECTADOR
A menudo olvidamos, nosotros, gentes del teatro, que nuestro arte es, en realidad, el arte del espectador. Que es él quien dota de sentido a lo que ocurre en el escenario; que sin él no existiríamos o, al menos, no tendríamos razón de ser. El espectador es el otro necesario en toda relación, aquel a quien se pretende comunicar algo: una historia, una emoción, una pregunta… Trabajamos para él y con él porque sabemos que el espectador completa la obra con su presencia.
La actuación tiene que ver con compartir, aprender e interpretar juntos sobre un escenario. Compartir, aprender, interpretar juntos. Esa es la finalidad última de nuestro oficio. Una bella utopía de las relaciones humanas, sociales y políticas. Un ingenuo objetivo de nuestra especie. Casi parecen los pilares de un amor ideal. En cierta manera aspiramos a que nuestra actuación traspase los indefinidos límites de eso que llamamos cuarta pared y ese aprendizaje compartido e interpretado en la sala de ensayos alcance, durante la representación, al inestimable público. Sólo si lo hace y atrapa, conmueve, divierte o anima a la reflexión, nuestro arte respira y vive.
El teatro, hemos oído muchas veces, es un espejo de la vida. Pero yo quiero pensar que es una aspiración, un sueño de lo que la vida podría llegar a ser o al menos de aquello que debería prevalecer en el sentimiento humano: escucha, comprensión, dialogo, entendimiento. La escena es el lugar donde dar voz a la controversia, a la paradoja a la contradicción que habita en cada uno de nosotros. Y se hace desde diferentes ángulos y de formas diversas pues hay tantos ángulos desde los que contar y tantas formas singulares y únicas, como creadores y artistas del arte escénico, pues el escenario es también un lugar de convivencia y de adaptación.
Vivimos una época oscura. Se aplaude como nunca el egoísmo y la avaricia. Se rinde culto a la rentabilidad. La soberbia se confunde con fortaleza. El improperio con opinión. La descalificación con inteligencia. En medio mundo se celebra la maldad y la estulticia. Hay mucho ruido, mucha furia y mucho miedo. Asistimos aterrados e inmóviles al horror. Un horror cotidiano que entra en nuestros hogares a través de los medios de comunicación o de las redes. La vida humana, empezamos a temer, empieza a importar muy poco.
En esta época de amnesia general en la que el olvido se ha convertido en un veneno que parece conducir hacia la destrucción de esta sociedad civilizada, razonable, moderada, solidaria y compasiva que muchos soñamos con preservar, es casi obligado para cualquier artista buscar en el origen, mirar atrás y recordar dónde se hallan los cimientos de su oficio. Sólo así seremos capaces de encontrarle el sentido al teatro.
Quizás de este modo podamos cambiar el rumbo e intentar sanar nuestro malogrado presente: recordando. Por eso hoy, 27 de Marzo de 2025, he querido mirar atrás y recordar que el origen de lo que hoy conocemos como teatro no es más que un ser humano (espectador) que se sienta (o no) a escuchar a otro ser humano (actuante) y mira lo que el actuante mira, y escucha lo que dice, dialogando con él en silencio. Compartiendo, aprendiendo, interpretando, profundizando en el conocimiento humano, en el conocimiento de unomismo. Sintiéndose parte de una comunidad; una comunidad muy grande de seres humanos como él. Una comunidad que bien podría ocupar un planeta y con cuyos miembros hay que convivir y a cuyos cambios -porque todo se mueve- hay que adaptarse.
Dejen que el teatro les robe la conciencia durante unos minutos. Déjense engañar. Permitan que sus ideas se agiten, que su alma se confunda, que su cuerpo se rebele. Abandónense al artificio. Y hagan todo eso sin miedo; porque nosotros no ejercemos este oficio para manipular a nadie ni instalar nuevas verdades en el patio de butacas. Lo hacemos por el simple afán de compartir con ustedes nuestros propios miedos, nuestros fantasmas y obsesiones, nuestras inseguridades, las preguntas para las que no hallamos respuesta. Lo hacemos porque sentimos que algo calla y que hay que darle voz, que algo llora y merece alivio, que lo justo no es tan justo como desearíamos, que lo bello puede ser terrible y lo terrible bello. Con suerte ustedes, espectadores, compartirán, aprenderán e interpretarán junto a nosotros el insondable misterio que supone estar vivo y que nos obliga a comunicarnos, convivir y adaptarnos cada día a nuevos retos, a nuevas emociones, a nuevas experiencias, a nuevas realidades.